El despertar de una noche oscura

La mañana después del Orozcazo.

 

Horror, miedo y desesperación, así era como se encontraban los leoneses la noche del 01 de agosto de 1914 durante el saqueo de Pascual Orozco; toda la noche hubo disparos, saqueos, incendios, violaciones y muertes, como si la ciudad fuese una enorme jauría de lobos.

 

Por las calles se escuchaban gritos de júbilo: ¡Viva Pascual Orozco! ¡Viva Pérez Castro! ¡Viva la Madre Santísima de la Luz! ¡Viva el Santo Saqueo! El ruido era ensordecedor, espantoso. Por las calles empedradas rodaban los múltiples objetos robados.

 

Los civiles se defendieron en sus hogares, pero muchas puertas cayeron ante los golpes de hacha y la plebe robó dinero, muebles y mujeres. Lo que no podía ser transportado era destruido o quemado solo por diversión, ya que el único objetivo era causar destrucción.

 

Los habitantes pacíficos se escondieron bajo la oscuridad llenos de angustia y terror. Los hombres velaron empuñando las armas, las mujeres rezaban y hasta los niños eran conscientes del peligro.

Un nuevo amanecer

 

En la mañana del 2 de agosto, la ciudad se encontraba desolada. Junto con la luz del alba, daba por terminado el saqueo, no por convicción, sino por el cansancio y estado de ebriedad de las fuerzas orozquista. El nuevo día encontró a León con sus calles regadas de cadáveres, basura, cenizas y restos de robos.

 

Apenas se veía a uno que otro llevando a su casa cosas robadas o algún orozquista ebrio, pues sus jefes y demás compañeros ya se habían ido para ese momento. El mercado Hidalgo había sido saqueado enteramente, al igual que muchos otros negocios, casas y no se diga de las bodegas y cavas.

 

A las ocho de la mañana, las fuerzas del General Carrera Torres anunciaron su regreso. Diferenciar a los orozquistas era complicado, ya que no tenían un uniforme o insignias que los diferenciara del pueblo leonés, por lo que el ejército optó por gritar “¿Quién vive?” a los pocos que andaban en la calle, éstos, creyendo que eran sus compañeros contestaban: ¡Orozco!, eso era razón suficiente para recibir un disparo que los privaba de la vida.

Cuando los orozquistas se sintieron amenazados por las fuerzas del gobierno, huyeron con el mayor desorden posible, pero era tan grande el botín que sus caballos apenas lo soportaban. Algunos cuantos opusieron resistencia, pero cayeron bajo las balas.

Pascual Orozco logró escapar y ponerse a salvo con unos cuantos, de sus tropas, no podemos decir lo mismo de su mano derecha José Pérez Castro. Cuando la plaza fue ocupada por el ejército constitucionalista, el general Pérez Castro salió rápidamente del Hotel México con su acompañante, desató su caballo y cuando intentó montarlo, dos soldados que lo reconocieron le dispararon, pero él fue más rápido. 

 

Él les hizo frente con su pistola, mató a uno e hirió al otro. Monto de un salto su magnífico potro negro y con un brazo levantó a la joven mujer, pero el corcel no admitió a la dama y encabritado comenzó a reparar. Pérez Castro intentó dominar la bestia y cuando al fin lo doma, intenta irse a la fuga, pero para ese momento ya diez armas le apuntan y decidió rendirse para ser capturado.

 

Para las 10:00 am la ciudad se hallaba nuevamente en poder de las fuerzas constitucionalistas al mando de Alberto Carrera Torres, quien decretó la Ley Marcial. Por medio de un pizarrón colocado en la fachada de Palacio y volantes impresos, se convocó al pueblo a devolver lo robado en el término de 24 horas de lo contrario abría consecuencias graves.

Durante el día reinó una falsa tranquilidad, más por la noche, se observó un movimiento silencioso de los ciudadanos. Al amanecer del 3 de agosto, las calles se encontraban inundadas de objetos, como si se tratase de un inmenso bazar público, había pianos y muebles pesados y toda clase de artículos y mercancías. Parecía imposible que en una sola noche se hubiese verificado un robo de esa magnitud.

Pérez Castro fue sujeto del juicio a las 8:00 am del 3 de agosto, fue condenado a la última pena por los delitos de sedición, robo e incendio. El reo la escuchó impasible, pidió un almuerzo, bebió dos cervezas y solicitó que la Banda Municipal ejecutara para él la Viuda Alegre, el vals Sobre las Olas y algunas otras piezas, lo que le fue concedido

Una inmensa muchedumbre se apiñó en la plaza en espera de la ejecución. Eran las 12:40 cuando se confesaba Pérez Castro de pie junto a la última ventana del extremo norte del Palacio y al terminar dobló la pierna derecha para recibir la absolución.

 

El pelotón disparo, herido de muerte, el guerrillero dio un paso atrás. Su cara tomó un espantoso gesto de agonía. El comandante del pelotón disparó sobre su frente el tiro de gracia y el hombre cayo finalmente con la cabeza destrozada.

Terminada la ejecución, el jefe Político, Ing. Antonio Madrazo, que en compañía de otras personas presenció el acto desde los balcones del Palacio, habló al pueblo diciendo que aquel hombre había sido la causa de los desórdenes cometidos la noche del día 1° y que ya había pagado con la vida. Daba 72 horas de plazo para que los que habían saqueado llevaran los objetos robados a ese lugar y que pasado el tiempo se practicaría un cateo general y en la casa donde se encontraran objetos del saqueo, sufrirían un destino igual a Pérez Castro.  

 

El mismo General Carrera Torres publicó un bando ordenando un cateo en las casas de la ciudad para buscar armas, municiones y cosas robadas en el saqueo y ordenó a los habitantes que entregaran todo lo robado, por lo que amanecieron al día siguiente las calles de la población, llenas de distintos objetos saqueados por el pueblo.

 

Después de un tiempo, la ciudad logro levantarse y seguir adelante como la gran ciudad fénix que es. Conoce más de este acontecimiento en el episodio 5 de la temporada 1 de Tertulia.

 

Información obtenida de Rodolfo Herrera Pérez. (2021). El Paso de la Revolución por León. León, Guanajuato: Archivo Histórico Municipal de León.