Para el año de 1888, la ciudad de León contaba con una población de cerca de 100,000 habitantes, siendo no sólo la cabecera de distrito más importante del Estado de Guanajuato, sino la segunda ciudad de la República Mexicana por su población, amplitud superficial e industria avanzada y laboriosidad de sus habitantes. La ciudad era bastante extensa, de planta bien regular, se componía de más de 236 manzanas, unas 500 calles y en su totalidad cerca de 8,000 casas.
Las lluvias comenzaron a caer sin interrupción desde el día 6 de junio siendo más o menos fuertes pero siempre tenaces; esto complicaba la situación por la abundancia de las aguas que rebosaban en el río y que pronto quedaría incapaz de contener mayor cantidad de agua.
El día 18 junio, sin embargo, se descargó una terrible tromba en los cerros que forman la colina de la hacienda de Ibarrilla, arrojando dentro de la ciudad impetuosamente grandes torrentes de agua.
Foto proporcionada por el Museo de Identidades Leonesas
De los cerros descendían con espantosa celeridad inmensos arroyos de agua que el río ya pleno no podía contener, de modo que habiéndose descargado la tromba a las 6:00 de la tarde, a las 9:00 de la noche el río se desbordaba amenazador, y las 11:00 había invadido la ciudad con sus agua, a tal grado que en las calles más altas subía el agua hasta un metro de altura. El cielo negro, iluminado a intermitencias por el amarilo fúnebre de los relámpagos, el trueno aterrorizador del rayo, el agua invadiendo las calles, conmoviendo los cimientos de las casas, y por último, derrumbándolas con espantoso estrépito.
He aquí la situación de León, en la noche del 19 de junio. Imposible describir el pánico que dominaba a los habitantes en medio de tantos horrores, viéndose amenazados cruelmente por la muerte; sintiendo, palpando su debilidad ante tan imponente y espantosa vorágine de propiedades y vidas.
La destrucción en toda su plenitud se extendía por toda la ciudad. Impotente el hombre, huía aterrorizado buscando ansioso un lugar seguro, encontrado muchos de ellos la muerte en la corriente que los estrellaba o ahogaba arrastrándolos a flor de agua. Espectáculo que envolvía en el más punzante terror a los que lo presenciaban.
Donde comenzó a hacer estragos el agua fue en el barrio del Coecillo, donde todas las casas eran de adobe y alcanzaban un respetable número de dos mil o poco más, débiles no oponían resistencia al vigoroso empuje de la corriente que de cebada ciega en aquella mansión de desgraciados, que parecían incapaces de todo esfuerzo, víctima de su pobreza. Los pocos que podían huir lo hacían aterrorizados hasta sentirse seguros en las azoteas de sus casas o sobre los árboles, pero el agua iba derrumbando las fincas y sacudiendo y aún destrozando los árboles. El agua alcanzó la altura de dos metros y una fuerza tal que en las calles arrastraba burros, vacas, etc. Los derrumbes se sucedían sin interrupción; los que no morían aplastados por las ruinas, se ahogaban y eran arrastrados por la corriente.
A las 2:00 de la mañana, en plena ciudad comenzaron, a caer debido a la fuerza de la corriente así como a la lluvia que no había cesado un instante, muchas casas; viniendo esto a hacer desaparecer el último átomo de serenidad que aún pudiera conservarse y a poner en todos los ánimos el espanto y la angustia.
Foto proporcionada por el Museo de Identidades Leonesas
Hasta entonces la oscuridad había ocultado todo lo imponentemente aterrorizador del cuadro, y aunque fugaz claridad de los relámpagos iluminaba de cuando en cuando el aspecto desolador que presentaba la ciudad, no se podía formar cabal idea de la ruina. Hasta que llegó la mañana, iluminando desgarradoras escenas; por donde quiera se veían ruinas y escombros cubiertos por el agua en movimiento, corriendo con velocidad y arrastrando multitud de cadáveres de hombres, mujeres y niños.
El arroyo del Muerto, a consecuencia de la manga de agua, cambió su curso natural y tomó otra dirección, entrando una parte de esta corriente al bordo de La Noria, dando nacimiento a varias corrientes que en unión del agua que traía el río, produjo en gran parte la catástrofe. Para volver el arroyo del Muerto a su antiguo cauce el Jefe Político comisiona al señor R. Rocha, quien rompe el bordo de La Noria abriendo los diques y poniendo uno nuevo para darle la dirección anterior.
“Las aguas se inundaron cerca de la mitad de la ciudad. Las casas destruídas ascendieron a más de 2000, quedando algunas manzanas reducidas a un montón de escombros. Cadáveres encontrados 242, además de 1400 personas desaparecidas. Fueron más de 5,000 las familias que quedaron en la miseria. Data de esta fecha el establecimiento de la colonia de Guadalupe que comenzó a poblarse por las víctimas de la inundación en terrenos de la loma de la soledad comprados al señor Don José Gordoa por el Señor Don Pablo de Anda, quien levantó y ayudó a levantar las fincas”.
-José Sóstenes Lira Aranda
Se comenzaron a construir y a reconstruir colonias, y el 16 de julio, el Jefe Político Carlos Basauri da a conocer las disposiciones del Gobierno del Estado para el alineamiento de calles y las condiciones que
debían tener las fincas que se construyeran. Entre ellas que las casas tuvieran cimientos y paredes de mampostería a la altura por lo menos de un metro sobre el nivel del suelo.
Información obtenida de:
Navarro Valtierra, Carlos Arturo (2008). “Inundaciones graves de León de 1608 a 1998” León, Guanajuato: Archivo Histórico Municipal de León.
https://archivohistorico.leon.gob.mx/acervodigital/Ediciones_Generales_AHML/Inundaciones_graves_en_Leon_1608_a_1998.pdf