Llegada de los Jesuitas al Bajío

La Compañía de Jesús, fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola y reconocida por el Papa Pablo III en 1540, es una Orden del Clero Regular, dentro de la Iglesia Católica, la cual, aunque tiene como finalidad la difusión de la fe, se caracterizó desde sus orígenes por tener entre sus prioridades la educación, a través del trabajo de sus miembros en las misiones, en los lugares y momentos en los que se iban requiriendo.

Aunque, si bien los primeros misioneros en territorio novohispano fueron los franciscanos, ninguna Orden gozó de tantas muestras de simpatía e incluso de amor, como la de los jesuitas; lo cual queda plenamente constatado luego de la expulsión de la Compañía en junio de 1767, evento que ocasionó una rebelión en la ciudad de Guanajuato y en la que la población atacó con piedras en mano, las Casas Reales y Reales Estancos de Pólvora y Tabaco, manifestando con ello su apoyo a los amados religiosos y su repudio a la disposición real de Don Carlos III.

 

Es pues, vastísimo el legado dejado por esta organización a lo largo del territorio nacional y como ejemplo de ello, haremos mención que fue ella la que abonó la simiente para la fundación de buen número de las universidades actuales.

 

Los Jesuitas por disposición de San Ignacio arribaron a la Nueva España los quince primeros sacerdotes ignacianos un 12 de septiembre de 1572, estableciéndose de inmediato en la ciudad de México.

 

En los vastos territorios novohispanos ya laboraban los franciscanos, dominicos y agustinos, sin embargo, los jesuitas vinieron a dar un gran impulso a la política evangelizadora del Rey Felipe II, pues rápidamente se expandieron a sitios tan diversos como Pátzcuaro, Antequera de Oaxaca, Puebla de Los Ángeles, Veracruz, Valladolid, Guadalajara, etc., fundando importantes centros de catequesis y educación, comprometiéndose siempre con el desarrollo y bienestar de los grupos indígenas y la educación de los criollos.

En lo que respecta a los primeros contactos por parte de los miembros de la Compañía de Jesús en tierras guanajuatenses, han sido ubicados de manera sistemática por diversos historiadores a través de esporádicas incursiones llevadas a cabo desde los lejanos años de 1574, 1582, 1584 y 1585, todas ellas con carácter evangelizador.

 

Cuatro años más tarde comienzan a recorrer las tierras de la “Gran Chichimeca” los valerosos sacerdotes Gonzalo de Tapia y Nicolás Anaya, pacificando gran cantidad de indígenas rebeldes que antaño se dedicaban a saquear las estancias y poblaciones españolas, causando pánico en la región y asesinando a gran cantidad de cristianos: sacerdotes, frailes, españoles, mujeres, niños e indígenas por igual.

 

Hacia 1590 se establecieron dichos sacerdotes en San Luis de la Paz, realizando una encomienda profética que se extendió también al actual municipio de Dolores Hidalgo y a lugares próximos a la frontera de Guanajuato con San Luis Potosí.

 

Invariablemente, los ignacianos aprendían la lengua del indígena para facilitar el contacto y la comunicación, siendo a tal grado los frutos cosechados, que para el mes de octubre de 1594 se funda definitivamente la célebre residencia jesuita de San Luis de la Paz.

 

Durante todo el siglo XVII los sacerdotes de la Compañía permanecieron en el Bajío, pero sus labores se limitaron casi exclusivamente a dicho pueblo norteño. Sin embargo, con el advenimiento del siglo XVIII se aceleraría el ritmo de expansión de los jesuitas, estableciéndose formalmente en otras tres importantes poblaciones guanajuatenses.

 

Así, la rica población agrícola de Celaya es la primera de las agraciadas, recibiéndolos en el año de 1720, todo ello debido a las efectivas propuestas y gestiones del Capitán Don Manuel de La Cruz Saravia.

En la villa de León intervinieron los siguientes hermanos: Nicolás, Alonso y Marcos Aguilar y Ventosillo con el fin de lograr traer a los padres de la Compañía. Para su cometido ofrecieron donar predios urbanos, haciendas, una estancia y una mina; finalmente, consiguen su objetivo en el año de 1731, viniendo al frente del primer grupo de jesuitas el Padre Don Manuel Álvarez de Lara.

Un año más tarde, el día 2 de julio, hace su entrada triunfal, procedente de Italia, la imagen de la Madre Santísima de La Luz, donada por el jesuita Juan Antonio Genovesi. Para el año de 1747, el Rey consigue cristalizar uno de los sueños de aquellos leoneses, al autorizar definitivamente la fundación del Colegio en la Villa leonesa.

 

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