Madre santísima de la Luz

Su llegada a la ciudad de León

 

En el siglo XVIII existía dentro del seno jesuita, un sacerdote llamado José Antonio Genovesi, quien decidió dedicar sus faenas a la inmaculada Virgen María y no solo eso, pues además pretendía popularizar su culto.

 

Cuando Genovesi buscaba con dedicación una imagen que le brindara su amparo y protección durante la travesía de sus misiones, tuvo conocimiento de cierta fémina, que se decía poseía el don de la revelación, razón por la que le solicito su intercesión para encontrar dicho icono.

 

Fue así como comienza una historia con tintes de fantasía, pues resulta que, a dicha mujer, se le revelo la madre de dios, para indicarle que debía cumplir el deseo del Padre Genovesi y que, además, tendría que ser representada bajo el título de madre santísima de la luz y ser plasmada exactamente de la misma forma en que se le había manifestado.

Dicha manifestación fue visualizada con su señorío en su máximo esplendor y cercada por una corte de ángeles, cubierta por un manto celeste, dos querubines que coronaran su cabeza, ella sostenía con su mano diestra a un alma a punto de ser devorada por un demonio. Su brazo izquierdo cargaba al Cristo niño al que un ángel postrado de hinojos, le ofrecía un recipiente con corazones.

 

La devota mujer, inmediatamente comunico lo sucedido a Genovesi y procedió a requerir los servicios de algún pinto, con el objetivo de plasmar tal visión.

Una vez que el artista concluyó su obra, la pintura fue obsequiada al sacerdote jesuita, quien la poseyó por el lapso de diez años. En 1732, habiendo terminado ya el padre Genovesi su labor misionera, los sacerdotes jesuitas tomaron la decisión de efectuar un sorteo para determinar la morada definitiva de la imagen, dentro de sus colegios o fundaciones alrededor del mundo.

 

Una vez echada la suerte, correspondió a la Villa de León de la nueva España ser la custodia de dicha efigie, que ya comenzaba a ser venerada en Sicilia, Italia. Quizás este resultado, no debió hacer mucha gracia a la alta esfera de la orden, pues la rifa fue ejecutada en dos ocasiones más y las tres veces la Villa de León fue la ganadora, tal vez, deseaban una sede con mayor renombre, preferible a la recién establecida jesuita leonesa, de tan solo un año de haber sido fundada.

 

Esta extraña circunstancia, fue interpretada como una señal por los leoneses jubilosos, al ser elegida a la recién fundada Villa como su nuevo hogar por la misma madre de Dios, razón por la que se sintieron “el pueblo elegido”, recibiendo con ello un cúmulo de bendiciones. 

Finalmente, la victoria leonesa fue ratificada y el 2 de julio de 1732 se recibió la imagen original de la Madre Santísima de La Luz en su nueva cede. La población tanto de la villa como de la Alcaldía Mayor se reunió esa mañana con desbordante alegría, para recibir con los máximos honores a la Reina de los Cielos.

 

A tan magno evento, acudieron todos los miembros del clero, tanto secular, como regular; este último, lo conformaban los Franciscanos, Juaninos y Jesuitas; los cuales eran las tres únicas órdenes religiosas establecidas en León; el alcalde Don Antonio de Gaona y el escribano Don Benito José Caballero de Acuña a demás de todos los estratos sociales de la población.

Ese día (2 de julio de 1732) fue de gran alegría en la memoria de los leoneses pues la imagen de nuestra santísima Madre de la Luz fue colocada en su nuevo hogar. Al día de hoy, es la imagen religiosa más venerada dentro de nuestra ciudad.

 

Conoce más de la patrona de la ciudad en la segunda temporada de Tertulia ¡Espérala próximamente!

 

Información obtenida de: Revista Acaecer No. 03 TR del Archivo Histórico Municipal de León.