Ubicada en el municipio de León, Guanajuato, la Hacienda Las Joyas es una de las propiedades más emblemáticas del Bajío, cuyo legado se remonta al siglo XVII. Su historia está íntimamente ligada al desarrollo del sistema de haciendas en Nueva España, surgido a partir de las encomiendas otorgadas tras la conquista. Este sistema consolidó la economía novohispana a través de la ganadería, la agricultura y la minería, siendo el Bajío una de las regiones más prósperas
La zona donde se asienta La Joya era conocida como “La Hoya” por su ubicación entre cerros, de donde derivó el nombre “Las Joyas”. Uno de los documentos más antiguos que menciona esta región data de la época virreinal, cuando Alonso de Ulloa solicitó el pastoreo de su ganado. El establecimiento de la hacienda se atribuye al Capitán Juan López de Castro, pasando después por varias generaciones hasta llegar a manos del bachiller Nicolás de Aguilar, quien en 1742 la destinó a la Compañía de Jesús, aunque esta transferencia fue interrumpida por la expulsión de los jesuitas, regresando la propiedad a la corona española.
En 1792, José Manuel Díaz de Quijano adquirió la hacienda, y tras su muerte en 1809, se realizó un censo que documentó los bienes e infraestructura de la propiedad, incluyendo las históricas presas San Lorenzo y Santa Teresa. Para 1920, La Joya abarcaba 1,300 hectáreas bajo la propiedad de Josefina Peña. Hacia 1932, comenzó el proceso de reparto agrario, marcando la transición de hacienda a ejido. Aunque algunos campesinos inicialmente se resistieron al cambio, por lealtad o desconfianza, eventualmente se integraron al nuevo modelo.
Las transformaciones sociales y territoriales también afectaron la vida religiosa. Si bien durante décadas las celebraciones continuaron en la capilla de la hacienda, en 1971 fueron trasladadas a la nueva capilla de la Inmaculada Concepción, consolidando un cambio simbólico y comunitario.
En tiempos recientes, la Hacienda Las Joyas ha sido objeto de un proyecto integral de restauración con enfoque patrimonial. Cada intervención respetó la arquitectura original —muros de adobe, herrería y forja—, revalorizando elementos como el molino, el granero y sus jardines. La restauración incluyó iluminación arquitectónica, uso de colores inspirados en flora local (como la camelina), y colaboración con artesanos guanajuatenses, destacando el uso de candiles fabricados en Dolores Hidalgo.
Hoy, la hacienda no solo es testimonio del esplendor hacendario novohispano, sino también un espacio recuperado que conecta el pasado con la comunidad actual. Su arquitectura, historia y renovación la convierten en un punto clave del patrimonio cultural de León y del Bajío.
Información obtenida directamente del Archivo Histórico Municipal de León y de la investigación “De la Hoya hasta la Joya”, escrita por Erick Manuel Hernández Graciano y Lizbeth Gutiérrez Rangel